Educación en Pueblos indios de México: pasado, presente y futuro

Pedro Pérez Luciano Dice:

Para empezar

Vengo de la tierra-agua donde se gestó, como en pocos lugares del mundo, una civilización originaria (La Venta), y es que a partir de la cultura olmeca, que se desarrolló todo un proceso civilizatorio que dio origen a lo maya, lo zapoteca, lo teotihuacano, lo mexica. En esa tierra-agua de donde vengo, se libró por primera vez una batalla entre indios y españoles en el territorio de lo que hoy es México (el 25 de marzo de 1519, la batalla de Centla). Vengo de tierra-agua ore (zoque) (Tacotalpa), la lengua que hablaban los olmecas, y cómo escribió el maestro Pellicer “…de agua de Tabasco vengo”… vengo pues, de un pueblo con historia.

¿Todos somos indios?

Una aclaración pertinente, de inicio ésta de orden teórico metodológico, tiene que ver con el concepto “indio”. Como sabemos, este fue el nombre utilizado por Colón para designar al poblador del “Nuevo Mundo”. Siglos después, y no obstante haberse superado la confusión que le dio origen, el término “indio” persiste hasta nuestros días para referirse a los pueblos originarios de América.

La importancia del término radica tanto en lo que denota como en lo que no nombra. Cuando aparece por primera vez en los diccionarios, denota con claridad la opinión que los europeos se fueron forjando sobre estos pueblos: “bárbaro, cruel, grosero, inhumano, antropófago, natural y salvaje”.

Dicha discriminación quedó enquistada en el imaginario colectivo de la sociedad nacional de carácter profundamente racista, incluso como señala Carlos Montemayor:

Todavía a principios del siglo XXI, el Diccionario de la Real Academia Española seguía conservando la expresión y la explicaba diciendo “reconviene a uno cuando quiere engañar o cree no le entienden lo que dice”.
Rector de la universidad intercultural del estado de Tabasco.
 
Por otra parte el término “indio” o “indígena” al englobar a todos los pueblos originarios, oculta, niega y borra las diferencias naturales entre los grupos humanos y dejan fuera de foco el recargado mosaico de contrastes y conflictos de las muchas etnias que entonces, como ahora, pueblan gran parte del territorio.


Pese o todo, el concepto ha cobrado nuevo sentido. La Organización Internacional del Trabajo, los Acuerdos de San Andrés, y la propia Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, lo han incorporado a la terminología jurídica y hoy en nuestro país se reconoce la existencia de “pueblo indígena” para referirse a:

Aquellos [pueblos] que descienden de poblaciones que habitaban en el territorio actual del país al iniciarse la colonización y que conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de ellas.
 
Por esta razón me referiré a los pueblos originarios de México indistintamente como tales o como pueblos indígenas.
 
Pasado y presente

Con estas aclaraciones estoy en condiciones de exponer que, a mi entender, al hablar de pueblos indígenas, que es lo que se me pide, debemos tener presente al menos tres consideraciones:

“El primer Diccionario de la Real Academia Española, publicado entre 1726 y 1736, agregó otro estereotipo, el de tonto y crédulo”. Carlos Montemayor. Los pueblos indios de México. Evolución histórica de su concepto y realidad social. Dbolsillo. México. 2008. p. 30.


El término “indígena”, que se utilizó para designar a los “indios” dóciles, sólo empezó a utilizarse a finales del siglo XVIII. Romana Falcón. México Descalzo. Estrategias de sobrevivencia frente a la modernidad liberal. Plaza Janes. México. 2002. p. 14.


Artículo 2° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Por su lado, existe una acepción de “pueblo” que en el ámbito jurídico internacional ha provocado un traslape y, hasta cierto punto, una ambigüedad con el término nación. Para las Naciones Unidas, el término ”pueblo” puede utilizarse para designar toda comunidad que cuente con una unidad cultural e instituciones que garanticen su permanencia y continuidad, que asuman un pasado y proyecten un futuro y, por último, que estén referidos a un territorio propio. El conflicto del traslape se origina porque de reunirse estos elementos, son “sujetos del derecho internacional” y, en específico, del derecho de autodeterminación y autogobierno. Debate que rebasa los objetivos de esta participación.

Primero entender que en lo que hoy es México y tierras vecinas de América Central, surgió un foco civilizatorio original que trajo consigo la aparición de ciudades, formas complejas de estratificación social, división del trabajo, sistemas políticos y religiosos muy estructurados, hoy conocido como Mesoamérica.

Después, admitir que los pueblos indígenas contemporáneos son descendientes directos de ese foco civilizatorio, en palabras de Bonfil Batalla: de la civilización mesoamericana “…proviene lo indio de México; ella es el punto de partida y su raíz más profunda”.

Finalmente reconocer que los actuales pueblos indígenas, son el resultado de un intrincado proceso histórico de resistencia por permanecer como tales que ha llevado más de 500 años.

Cada una de estas consideraciones, por si solas, ha sido tema de innumerables publicaciones de afamados historiadores tanto mexicanos como extranjeros.

Visto así, la perspectiva cambia, porque no se trata de hablar solamente de los más de 12 millones que las estadísticas oficiales contabilizan cómo indígena; o de la deuda histórica que el Estado mexicano tiene con ellos. Tampoco de repetir los grandes avances científicos que los mayas alcanzaron en el “periodo clásico”.

Sino justamente de indagar cómo los creadores de un foco civilizatorio que dio origen a las más diversas formas de expresión cultural, que se manifiestan nítidamente en al menos centenar y medio de lenguas, de las cuales 62 todavía se hablan en México, hoy son negados sistemáticamente por el resto de los mexicanos.

“En lugares como La Venta, Tres Zapotes y algunos más de esa área se desarrollan diversas forma de especialización en el trabajo. Hay sacerdotes y sabios, guerreros, agricultores, artesanos y artistas. También allí se efectúa un descubrimiento que habrá de ser esencial en la ulterior trayectoria de Mesoamérica. En el mundo olmeca, y verosímilmente en el I milenio a. de C., nace el calendario y con él los primeros vestigios de escritura.” Miguel León Portilla. Aztecas – Mexicas. Desarrollo de una civilización originaria. Algaba ediciones. México. 2005. p. 228.


Guillermo Bonfil Batalla. México Profundo. Una civilización negada. CONACULTA, Grijalbo, México. 1990. p. 23.

A estos pueblos les llevó más 3 mil años para desarrollarse como civilización y apenas unas cuantas décadas para prácticamente desaparecer al iniciar la Colonia. Se estima que la población nativa descendió abruptamente en un 90% en apenas medio siglo después del contacto, difícilmente se puede encontrar en la historia de la humanidad una catástrofe demográfica y cultural que se asemeje a la ocurrida entonces.

Con todo esto presente, cobra mayor significado el hecho de que hoy la población indígena de nuestro país haya alcanzado, al menos en número, la cantidad que se estima debió poblar estás tierras al momento de la llegada de los españoles.

En efecto ¡¡Hoy habitan en este territorio, más indios que en cualquier etapa de su historia!! Hecho que, por sí mismo, representa una importante riqueza.

Irónicamente, esto fue posible en gran parte, gracias al aislamiento al que la legislación colonial orilló a los pueblos indios: recordemos la existencia de “pueblos de indios y pueblos de españoles”. Tal aislamiento territorial, entre otras cosas, permitió la conservación y recreación de la identidad étnica y lingüística así como la continuidad de sus tradiciones: la lengua, formas de organización social, política y religiosa, prácticas médicas y agrícolas, y todo el conocimiento asociado a ellas entre otros, sojlkjn elementos que perduran de esa raigambre cultural mesoamericana.

Sin embargo, estos elementos y prácticas culturales, han sido lo que hasta nuestros días han servido para estigmatizar toda presencia indígena y edificar un esquema de diferenciación social que divide a la sociedad mexicana a partir del origen, de la lengua, y de ciertas prácticas culturales particulares, despreciando lo indígena y privilegiando los valores impuestos por la cultura dominante.

Tal dominio político, económico e ideológico, que se implanta con la lucha de conquista y que se fragua en el periodo colonial, no pudo ser erradicado con la lucha de Independencia ni con el triunfo de la Revolución, por el contrario:

Las instituciones sociales que se crearon para impulsar el desarrollo económico, social y político de México, lejos de contribuir a abrir espacios para la participación activa y el reconocimiento de todos los sectores sociales han conservado las condiciones que reproducen la marginación de los pueblos indígenas.
Enrique Florescano. Etnia, Estado y nación. Ensayo sobre las identidades colectivas en México. Nuevo siglo Aguilar. México. 1997. p. 189.
 
Las causas de esta situación se localizan en la forma en que el Estado revolucionario concibió la presencia indígena en su proyecto de nación. Dado que para el pensamiento de la Revolución mexicana, los indios representaban, por su “atraso cultural”, una limitante para el “progreso” del país, se optó por incorporarlos a la nación mestiza, convertirlos en mexicanos y buscar por todos los medios que adoptaran los valores y la cultura nacional. (Hoy en día no hay un indicador oficial pero los expertos consideran que de cada 100 estudiantes en el nivel superior 2 son indígenas).
 
Política educativa de inclusión y pueblos indígenas

El vehículo mayormente utilizado por el régimen revolucionario para lograr este propósito fue la política educativa, misma que, de manera general, promovió la uniformidad de la sociedad a partir de estrategias de inserción cultural totalizante que orillaron al individuo indígena a perder los rasgos fundamentales de su identidad, al asimilar la cultura dominante a costa del menosprecio y la negación de su cultura y su origen.

Las consecuencias de este menosprecio se tradujeron en menores oportunidades para el desarrollo de su cultura y por ende en una marcada marginación social que son fácilmente identificables. Cualquier indicador socioeconómico que se revise mostrará a la población indígena en los niveles más bajos, esa es la forma en que se expresa la mar¬ginación indígena, esto es, sus hombres, sus mujeres, sus niños y ancianos son quienes menor o nulo acce¬so tienen a los servicios básicos que pro-porciona el gobierno de México, particularmente a la educación y la salud, y todo lo que esta situación conlleva, pues tener menor educación y peor salud afecta negativamente otros aspectos de la vida económica y social: la falta de educación hace que tengan menos acceso a trabajos bien pa¬gados, las enfermedades que padecen les quitan fuerza para trabajar y los obli¬gan a gastar en médicos y medicinas, entre otros factores, se reproduce un círculo vicioso: la marginación en estos aspectos reproduce la pobreza y la marginación en todos los demás ámbitos de la vida social.

En la educación, como en otros te¬rrenos, los indígenas se enfrentan al di-lema de escoger entre la mejoría social y conservar su identidad. En muchas ocasiones la mejoría en términos edu¬cativos y económicos suele implicar la renuncia a su identidad y a aspectos importantes de su cultura, pues la socie¬dad mexicana no ha sido capaz de crear espacios en los que obtengan beneficios en sus propios términos.

En los últimos años, sin embargo, la Secretaría de Educación Pública ha in¬tentando definir un nuevo tipo de edu¬cación para los indígenas, no sólo bilin¬güe sino bicultural; que tome en cuenta su cultura y sus valores. Igualmente, en algunos municipios autónomos de Chia¬pas se han creado escuelas dirigidas por los propios indígenas, cuyos programas reflejan las preocupaciones y valores de sus comunidades. Sin embargo, un pa¬so que queda pendiente es introducir los contenidos pluriculturales en la educa-ción.

Esta es la institución de la sociedad más indicada para, junto con los propios pueblos, hacerse cargo de fortalecer las lenguas y culturas que hacen de México un país reconocidamente multicultural. Si bien hay otras instancias gubernamentales y sociales que pueden coadyuvar a dicho fortalecimiento, como las entidades de participación política, administración de justicia y los propios medios de comunicación, entre otras

Ello implica que la educación cumpla funciones también radicalmente distintas a las que ha cumplido en el pasado, a que se integre un sistema que hasta hoy está muy desarticulado y carente de sentido social.

María de Lourdes Casillas Muñoz y Laura Santini Villar. Universidad Intercultural. Modelo educativo. SEP, CGEIB. Serie documentos. México, D.F., 2006. p. 30.
Idem. Las cursivas aparecen en el original.

A manera de conclusión…

De acuerdo con Schmelkes, las Universidades Interculturales tienen parte de esta responsabilidad, su creación conlleva justamente el propósito de erradicar al menos dos asimetrías: la educativa y la de valoración cultural, esto es, la apertura de diez universidades interculturales en contextos rurales e indígenas abre la posibilidad de que jóvenes indígenas accedan a una educación superior de calidad y con pertinencia pedagógica y cultural.

En esta perspectiva, estás universidades promueven en sus contenidos la valoración de todas las culturas, así como la resignificación de la cultura propia.

La Universidad Intercultural del Estado de Tabasco, a cinco años de haber iniciado labores, ha procurado transitar por ese rumbo: el de abatir estas asimetrías. Bajo el enfoque educativo intercultural, la formación que reciben sus estudiantes, se espera promueva el arraigo a su región, la revaloración de la diversidad cultural, la refuncionalización de la lengua, el respeto por la naturaleza, la integración de conocimientos de diversos orígenes y desarrolle competencias para la interculturalidad, la innovación y el aprendizaje autónomo, amén de las específicas de acuerdo al perfil profesional.

Cobra un fundamental sentido la investigación desde la perspectiva del contexto del propio estudiante y una nueva forma de hacer de la antropología una ciencia de abordaje de los diversos temas, dado que metodológicamente tiene una propia apuesta y no negando los atributos del método científico, con estas premisas construimos desde diversos crisoles una nueva forma de mirar el fenómeno y nos permite acercarnos más a la realidad.

Se espera que de estas universidades egresen profesionistas con una nueva actitud frente a su cultura, sus comunidades, su gente. Actitud que los motive a trabajar por conocer y sistematizar los conocimientos, pensamientos y prácticas ancestrales, a integrarlos y enriquecerlos con los resultados de la ciencia moderna y a traducirlos en beneficios para sus pueblos, y en herramientas para construir su futuro de acuerdo a sus propias expectativas.

La educación intercultural tendrá a su vez otra tarea que cumplir. Llevar el enfoque intercultural a instituciones de educación superior que no cuentan con población indígena. En ellas el énfasis deberá estar en promover el respeto y el aprecio por la diversidad cultural de nuestro país, a fin de erradicar los prejuicios y prácticas discriminatorias hacia los pueblos originarios, hacia las diferencias de género, raza, color, sexualidad y otras diferencias en un concepto que permita tomar distancia entre mis apreciaciones por lo mío y lo otro, lo diferente, pero siempre en un marco de respeto, en términos de conclusión la educación intercultural es un discurso de convivencia, de paz y armonía entre iguales como ciudadanos del mundo y una invitación a derrotar al racismo que daña severamente nuestra convivencia como sociedad.

Muchas gracias
 
Bibliografía
Bonfil Batalla, Guillermo. México Profundo. Una civilización negada. CONACULTA - Grijalbo, México. 1990.
Casillas Muñoz, María de Lourdes y Santini Villar, Laura. Universidad Intercultural. Modelo educativo. SEP, CGEIB. Serie documentos. México, D.F., 2006.
Falcón, Romana. México Descalzo. Estrategias de sobrevivencia frente a la modernidad liberal. Plaza Janes. México. 2002.
Florescano, Enrique. Etnia, estado y nación. Ensayo sobre las identidades colectivas en México. Nuevo siglo Aguilar. México. 1997.
Montemayor, Carlos. Los pueblos indios de México. Evolución histórica de su concepto y realidad social. Dbolsillo. México. 2008.
León Portilla, Miguel. Aztecas – Mexicas. Desarrollo de una civilización originaria. Algaba ediciones. México. 2005.
Schmelkes, Sylvia. “Interculturalidad, democracia y ciudadanía en México”, en: La discriminación racial, Colección Miradas No 3, pp. 91-96, CONAPRED, México, 2007.

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